lunes, 28 de abril de 2008

La casa I



3:00 a.m. Un viento helaba mi cuerpo mientras dormía, y tratando de calentarme inventaba un abrazo conmigo mismo, peo el frió seguía invadiendo mi cuerpo. Yo, entre sueños, cuestionaba este gélido aliento a sabiendas de que las ventanas se encontraban cerradas y nos encontrábamos bajo la calidez del verano.

Sin dudarlo decidí pararme y corroborar mis conjeturas, así que parándome rápidamente y aun soñoliento me acerque a la ventana para darme cuenta de que mis suposiciones eran ciertas, encontrando así las ventanas cerradas y las cortinas corridas.

Volviendo un poco en mí y liberándome de la canción de Orfeo, pude percatarme de que aquel viento gélido provenía de la puerta de mi cuarto. Intrigado por esto decidí adentrarme a la oscuridad reinante en la casa, cogiendo una casaca para protegerme del frió, ya que cada vez aumentaba ese frió que empezaba a mellar en la calidez de mi cuerpo.

Solo con la baja luminosidad de mi teléfono móvil pude percatarme de que ese lumbre era absorbido por la oscuridad reinante; iluminando únicamente un cierto rango, sin llegar a tocar las paredes. Inquietado por este extraño suceso decidí seguir indagando, dejando del lado el estúpido temor a la oscuridad y mi nerviosismo que era provocado por el silencio que, junto con el temor vivido, generaban un cierto miedo a lo que podría encontrar mas adelante.
Cave recordar que habiendo vivido 23 años en mi hogar, no necesitaba guiarme por el tacto para poder saber cual era el camino que estaba recorriendo. Ya conociendo la afinidad que tengo con mi hogar comprenderán que, me inquietaba cada vez mas descubrir que aquel frió aire no provenía de alguna fuente ubicada en el segundo piso, donde yo me encontraba, si no que se encontraba en el primer piso, llegando a esta conclusión al sentir, ya cerca de la escalera, unas corrientes de aire cortante, que poco a poco te erizaban los vellos y hacían que tu cuerpo se escarapele, como si del mismo miedo se tratase.

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